martes, 28 de julio de 2009

Capítulo 1: Te quiero

Bueno... me asombra que acabase este capítulo el mismo día que lo empezé O.O
¡Aquí empiezan las aventuras de Jasper! ¡Adelante!

Capítulo 1

Te quiero

Me llamo Jasper. Jasper Deyler. Vivo en un pequeño pueblo en el Sur, llamado Figer.

No hay muchas diversiones en Figer. Los niños ricos van a la escuela y aprenden a leer, escribir, contar… Sin embargo, los jóvenes “herederos de un cachito de plantación”, como yo, solo sabemos lo justo para sobrevivir en el mundo de los adultos.

Sin embargo, hay algo que sí me gusta de este pueblo. La razón por la que me levanto cada mañana y salgo a la calle.

Yuizu

Llegó hace tres años al pueblo, y tiene mi misma edad. La amo desde el mismo momento en que la vi.

No conocimos por una tontería… Yo estaba en el campo, como todas las mañanas. Mi padre había comprado más semillas, y yo tenía que plantarlas. Era uno de esos sacos de semillas con “abre fácil”. Sin embargo, yo era incapaz de abrirlo (nunca se me han dado bien los llamados “abre fáciles”). Me pegué como media hora intentando abrir el condenado saco. Pero, entonces…

-¿Quieres que te ayude?

Giré la cabeza, y allí estaba ella. Me miraba con ojos llenos de curiosidad, de un color oro precioso. Iba vestida con un vestido negro largo, de verano. Dos largas coletas a ambos lados portaban su pelo, de un color extraño, rubio azulado. Sentí que mi corazón se detuvo un momento. Y, de repente, empezó a latir con más fuerza que nunca.

-Parece que tienes problemas –Insistió ella.

Miré al saco de semillas y asentí con lentitud.

-Odio los “abre fáciles” –Dije, lleno de vergüenza.

Ella se rió. Era la risa más angelical que había escuchado en mi vida.

-Tampoco es tan difícil.

Me cabreó un poco que ella lo abriera a la primera, sin ninguna clase de esfuerzo aparente. Luego me miró y me dijo que se llamaba Yuizu Niu, y que acababa de mudarse al pueblo.

A partir de entonces, el escaquearme de mi trabajo como granjero y conversar con Yuizu se convirtió en una rutina. Ella siempre tenía algo interesante de que hablar, o estaba dispuesta a escuchar lo que le decía. Nos contábamos cosas sobre nuestro trabajo, hablábamos de todo un poco… Estar con ella era como vivir un sueño.

Y yo, sin darme cuenta, me había enamorado.

El día que hacía tres años que nos conocimos, me decidí. Quería decirle lo que le sentía, puesto que ella estaba a punto de cumplir la mayoría de edad femenina. Entonces, si aquel día todo iba bien, le pediría que se casase conmigo.

Cuando Yuizu vino por la mañana, como de costumbre, estuvimos hablando un rato. Luego, le comenté:

-Oye… me gustaría hablar contigo… ¿te importa? –Le pregunté, rojo como un tomate.

-Ya estamos hablando, ¿no? –Dijo ella, ladeando un poco la cabeza. Estaba rematadamente hermosa.

-Me refiero… en privado –Logré decir, dirigiendo la vista a otro lado-. Donde no haya nadie más.

-Oh…

Asintió, y yo me sentí aún peor. Habría sido mejor si me hubiera dicho que tenía que irse, que me hubiera rechazado ahí y ahora… Pero yo ya sabía lo que venía a continuación. Lo había oído mil veces a las viejas del pueblo. Te plantas frente a ella, le coges los hombros, le miras a los ojos y le dices “Te amo”.

Resulta tan fácil decirlo…

Caminamos en silencio hasta el lugar idóneo. La pequeña colina que había cerca de mi casa. Desde allí arriba, se podía observar todo el pueblo. Un único árbol reinaba en el verde bosque. Allí fue donde, una vez, ambos empezamos a cantar con un laúd en mano.

Llegamos bajo la sombra del gran árbol. Nunca me había puesto a pensar en qué árbol era, pero tampoco estaba como para eso ahora. Me puse frente a ella, coloradísimo y con el corazón a mil por hora.

Nos quedamos así un rato. Sabía que parecía un tonto, que debía hacer algo…

-Bueno, ¿qué querías? –Me dijo, rompiendo al fin el silencio.

Su voz pareció controlar mi cuerpo. Sin darme tiempo a pensar en lo que hacía, le miré a los ojos y le cogí los hombros.

-¿Jasper? –Preguntó, con un hilo de voz.

-Yuizu… -Dije. Suspiré, y luego volví a mirarle fijamente-. Yo… ¡¡TE AMO!!

Sus ojos se abrieron de la sorpresa y me miraron. Yo no pude mirarla hasta dos segundos después. Cuando miré a sus ojos, me di cuenta de que no me miraba a mí. Miraba más atrás de mí.

Giré la cabeza. Flotaba a dos metros de nosotros, con sus alas de demonio. Una enorme cola negra, acabada en punta, se movía con el viento. Era pálida, y su pelo era blanco, como el mío. Tenía unos grandes ojos rojos y llevaba un traje negro, como el que llevaban las bailarinas. Al lado suyo, había un montón de mariposas, todas ellas rojas o negras.

Casi como un acto reflejo, protegí a Yuizu en mi pecho, rodeando sus brazos con mis manos.

La demonio nos miró un minuto. Luego, echó a reír.

-¡Al fin! ¡El ama Griel se va a poner muy contenta con nosotras, pequeñas! –Exclamó.

-¿¡Quién eres!? –Grité-. ¿¡Qué quieres de nosotros!?

-De ti nada, pequeño humano –Dijo ella, con desprecio-. Quiero a la chica que tienes en tus brazos.

¿A Yuizu? Pero, ¿por qué?...

-¡Jamás te la entregaré! –Exclamé, abrazándola aún más fuerte.

-Rie… -Susurró Yuizu.

¿Rie? ¿Quién era esa? ¿Por qué estaba llamando Yuizu a alguien justo ahora?

-¿No me la das? –Dijo la diablesa-. Está bien… ¡Te la arrebataré! ¡Bailad, pequeñas mariposas!

Las millones de mariposas se acercaron a nosotros con fuerza. Yo protegí a Yuizu entre mis brazos, pero no podría aguantar así mucho tiempo más.

De repente, sentí como si Yuizu se hiciera mucho, mucho más dura y pesada. Al abrazarla, era como abrazar un gran trozo de metal.

El gran trozo de metal con forma de Yuizu dio un paso y se libró de mí. Me miraba con ojos inexpresivos, pero llenos de lágrimas.

-Rie… -Susurró, una vez más, su voz angelical.

La diablesa se acercó volando y se puso al lado suyo. Con cuidado, le cogió de la barbilla.

-¿Qué, cariño? –Preguntó, en tono casi maternal-. ¿Quieres que Rie te lleve ante el ama Griel? ¿Es eso, amor mío? Está bien, me has puesto las cosas mucho más fáciles.

Rie me miró un momento, y luego se elevó, junto a Yuizu.

-¡Al fin tenemos la llave a la inmortalidad! –Exclamó-. ¡El ama Griel me recompensará por esto!

Se siguió elevando, junto a sus miles de mariposas. Yo no pude aguantarlo más. Di una palmada, y una ráfaga de aire me empujó hacia arriba.

Este es uno de mis secretos, junto a mi amor por Yuizu. Cuando tenía cinco años, un día desperté con extraños símbolos en las palmas de las manos. No recuerdo como ni quién me las hizo, pero sí recuerdo que dolió mucho. Sin embargo, gracias a estos extraños símbolos, puedo volar, controlar el aire… Intento ocultarlo, puesto que si lo dijera, me tomarían por brujo y, seguro, me quemarían.

Pero no era momento para secretos. Seguí a Rei, que llevaba a Yuizu pegada a ella. Con su enorme cola, las rodeaba, juntándolas, pecho con pecho. Sentí un poco de envidia.

-¡¡¡¡YUIZU!!! –Grité, cuando me acerqué a la cola de mariposas que había detrás de ambas.

Aceleré el aire con otra palmada, pero al parecer había perdido práctica. Las chicas se alejaban, junto con las mariposas. Un enorme círculo se abrió en el cielo, y pasaron por él.

-¡¡¡¡¡¡¡¡YUIZUUUUUUUUUUUUUUU!!!!!!!!!- Grité una última vez, antes de que Yuizu, Rie, y los miles de mariposas desaparecieran y el agujero se cerrara enfrente de mis narices.

Bajé suavemente. Me sentía más ligero, como si hubieran arrancado algo de mí. Cuando volví a poner los pies en el suelo, la verdad me llegó como una trucha cruda a la cara.

Yuizu ya no estaba. La habían raptado. No sabía quién, ni por qué, pero la habían raptado. Tampoco tenía ni idea de dónde estaba ahora. Bien podría estar en otro sitio. Así son los demonios.

Griel, Rie, Inmortalidad… eran palabras extrañas para mí. ¿Quién era esa tal Ama Griel? ¿Qué quería Rie de mi Yuizu? ¿Por qué decía que ella era la llave a la Inmortalidad?

Miré al cielo una última vez y suspiré. Allí, segundos antes, había estado Yuizu. Y, ahora, ya no estaba.

La verdad era tan dura de aceptar…

Miré al frente, hacia el pequeño pueblo que tenía delante. Al día siguiente, todos hablarían de que Yuizu Niu, la chica esa tan mona, había sido secuestrada. Y se inventarían veinte mil versiones, todas incluyéndome a mí, por supuesto. Yo no podría soportar eso. No podría soportar un mundo sin Yuizu. ¿Qué sentido tendría?

Pero no tenía sentido quedarse ahí, como un pasmarote, esperando a que Yuizu llegase de repente, como caída del cielo. Sabía que eso no iba a pasar, que era imposible.

Eso es, tenía que buscarla. No sabía dónde estaba, no tenía ni idea, pero tenía que estar en alguna parte.

Y, donde quiera que estuviese, yo le encontraría. Removería cielo, tierra, agua y fuego para encontrarla. Y, entonces, se lo diría otra vez. Le diría de nuevo que le amo.

Pero, ¿por dónde debía empezar? Ya sabía cuando, hoy mismo y en ese instante. Pero, ¿dónde? Ni santa idea. Lo mejor sería empezar iendo hacia el Norte. En el Sur no había nada interesante para los que anhelan la inmoralidad. Pero, en el Norte, había cantidad de historias sobre magos y brujas.

Me levanté, fui a mi casa y cogí un poco de comida y unas cuantas monedas de plata y oro. Sabía que mis padres las recuperarían pronto, y yo las necesitaba. Aún era por la tarde, así que me daba tiempo a recorrer un par de pueblitos antes de que se pusiera el Sol.

Cogí una bufanda y me la puse al cuello. Llegaría más rápido al próximo pueblo si iba volando. Allí, compraría un mapa y vería lugares importantes para las brujas.

Di una palmada y me elevé, de nuevo.

Te encontraré, Yuizu. Te quiero.

Fue mi último pensamiento antes de empezar a volar a toda velocidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario